jueves, 4 de febrero de 2010

Be loved XXII~

Nos quedamos un buen rato a solas en la habitación, abrazados. Yamapi apenas pudo cesar de llorar, jamás lo había visto sentirse tan culpable con algo. Una vez que se tranquilizó, bajé a la sala para ver cómo era la situación de Rina y Ryuusei. No llegué hasta donde se encontraban, ya que estaban conversando y no quería interrumpirlos.

-¿Y entonces qué? -preguntó Rina en voz baja.
-¿Entonces qué con qué? -cuestionó confundido mi hermano menor.
Me acerqué un poco más para espiar a través de un hueco que había entre la puerta y el marco de ésta, ya que no estaba cerrada del todo. Divisé a ambos chicos sentados uno al lado del otro, pero a la vez bastante distantes entre sí. Rina bajó la mirada y vi que por debajo de la mesa, cerraba las manos como puños.
-Con... con todo esto. Con... nosotros... -susurró apenas, aprentando con fuerza la tela de su falda.
Ryuusei carraspeó su garganta y tomó una gran bocanada de aire. Esa reacción me resultaba tan familiar...
-Yo, eh, bueno, esteee... -la voz le temblaba como si fuera una hoja de papel, apenas se le podía entender.
Pero claro que conocía aquello, era nuestra típica forma de demostrar nuestros nervios, una actitud marca Ikuta.
Rina levantó apenas la cabeza y, en un movimiento rápido, tomó su mentón para que sus miradas se encontrasen.
-Dilo, Ryuu-chan. -murmuró la muchacha. -Dilo y así te respondo. -esbozó una sonrisa angelical, capaz de sacarle el aliento a cualquier hombre.
Y así fue para mi querido hermano, dudaba que estuviera respirando en esos momentos por lo que podía ver.
Ryuusei cerró los ojos y se concentró en el oxígeno que pasaba por sus pulmones, claramente intentando relajarse. Era muy cómico ver aquello, parecía que veía mi propio reflejo.
-Rina, yo... -tragó saliva e inspiró. -¡Me gustas, y quiero que seas mi novia! -dijo atropelladamente, al parecer por miedo a no poder terminar la frase si no se apuraba.
Rina se rió encantada y pegó su nariz a la del chico dulcemente.
-Tonto. -musitó. -A mí también me gustas y claro que acepto ser tu novia. No me importaría intentarlo con un idiota como tú. -bromeó haciéndose la superior y, acto seguido, lo besó en los labios con muchísima ternura. Por supuesto que mi hermano le devolvió el beso, aunque fue con mucha torpeza, pero definitivamente estaba feliz por ser aceptado por la chica que tanto quería.
Decidí irme de allí, sentía que violaba su intimidad. Aparte estaba mucho más tranquilo al ver que ellos dos ya estaban bien.
Regresé al cuarto y apenas ingresé, noté que mi pareja estaba tirada en la cama, durmiendo. Se veía que el haber pensado tanto lo había dejado exhausto, así que ni se me ocurrió despertarlo. Lo tapé con las sábanas y acaricié un poco sus cabellos, estaba enternecido con la imagen de su rostro adormecido. Sonreí y me metí en la cama con él, rodeando su cuerpo con mis brazos con fuerza. Éste reaccionó apenas, abrazándome también pero aún sumergido en sus sueños. Besé su frente y apoyé mi cabeza en su hombro, para luego cerrar los ojos y quedarme dormido a su lado.

Cuando nos despertamos, Rina se había marchado a su hogar y mi mamá ya estaba de vuelta en casa. Era muy grato contemplar a mi hermano quien tenía una sonrisa de oreja a oreja y no se le iba de la cara ni por nada del mundo. Cuando le preguntaba la razón, se sonrojaba a no más poder y me decía "No es nada" y huía de mí. Por suerte las cosas entre él y Yamapi mejoraron bastante, no podían tratarse con la misma fluidez de siempre pero por lo menos se dirigían la palabra.
Cayó la noche y llegó el momento en el que mi novio tenía que regresar a su casa. Lo acompañé hasta la puerta y, a escondidas de los demás, le di un gran beso de despedida.
-Ve tranquilo y no te metas con Rina, ¿sí? -le recordé abrazándolo con fuerza. Me costaba dejarlo ir.
-Sí, lo sé. -dijo haciendo una mueca. -Debo pedirle disculpas como se debe... Y luego haré lo mismo con Ryuusei. -suspiró.
-Vamos, yo sé que podrás. Cualquier cosa no dudes en llamarme. -le avisé acariciando su mejilla.
Él sonrió y me apegó más a su cuerpo.
-Gracias, amor. Te amo. -susurró y a continuación, me dio un beso cargado de pura pasión. Yo no dudé en devolvérselo, rodeando su cuello con mis brazos.
-Te amo... -dije con un hilo de voz al separarme tan solo un segundo de sus labios para luego retomar el fogoso contacto.
Y de repente, se escuchó algo romperse en el piso. Giramos bruscamente y vimos que se trataba de un plato, ahora ya hecho añicos. Y la persona que lo portaba antes no era mi hermano, precisamente.
-M-mamá... -farfullé apenas, completamente shockeado por ser descubierto por mi madre en un momento así.
Ella estaba congelada mirándonos, no podía moverse de ninguna forma. Temblé, temeroso de que se tomara a mal lo que era obvio que sucedía entre Pi y yo.
Nos quedamos los tres en silencio, sin decir absolutamente nada. Minutos después, alguien se animó a romper la atmósfera de tensión.
-Los felicito, chicos. Espero que sean muy felices juntos. -articuló mi madre extrañamente animada, como si fuera algo de lo más normal lo que acababa de presenciar.
Se dio media vuelta, dirigiéndose a quién sabe dónde y pronto dejamos de oír sus pasos. Yamapi y yo nos quedamos de nuevo callados, anonadados por la confusa actuación de mi madre.

Y así fue como otro miembro de mi familia supo de mi nueva e inusual relación. No era el modo que hubiera planeado antes, pero qué más daba. Ya estaba hecho, así que mucho más al respecto no podía hacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario