martes, 15 de junio de 2010

Be loved XXVI~

Lo abracé con fuerza y disfruté del contacto por un buen rato. Aspiré el dulce aroma de su cuerpo y cerré los ojos. Recordé lo ocurrido la última vez que estuvimos completamente a solas, aquel encuentro por el que luchamos durante tanto tiempo y que terminó de una forma inesperada. En mi mente apareció la imagen de mi novio, con aquella expresión triste, repitiendo que me había hecho daño. Esa frase me destrozaba, no me gustaba para nada que él pensara aquello. Ciertamente me había dolido en su momento, pero sabía que no había sido a propósito. Aparte yo deseaba que él continuara a pesar del daño, sin embargo él me quería tanto... Tanto como para calmar sus propios deseos.

-Pi. -lo llamé en voz baja.
-¿Sí, amor? -respondió.
-Quieres... ¿quieres venir luego a... a mi casa? Ryuusei sale con Rina, mis papás están trabajando y... bueno...
Yamapi me separó de su cuerpo y me miró unos segundos a la cara. Obviamente notó mi nerviosismo, por lo que entrecerró los ojos.
-Claramente, pretendes que lo intentemos de nuevo. -comentó.
-Bueno, yo... -suspiré. -Sí, así es. -reconocí al fin.
Mi novio suspiró también y bajó la mirada. Jugueteó con sus labios, mordiéndoselos y haciendo leves muecas. Me quedé observándolo atentamente, ese era un típico gesto que tenía cuando algo lo ponía incómodo.
-Amor, si no quieres hacerlo...
-No digas eso. Por supuesto que quiero. -me detuvo antes de culminar mi frase. -Es sólo que...
-¿Te asusta? -cuestioné esta vez interrumpiéndolo yo a él.
Inspiró hondo y cerró los ojos.
-Sí. Temo dañarte de nuevo.
Lo miré con rudeza, molesto con oír aquello.
-Pi, ya hablamos sobre esto bastante. -aclaré por vigésima vez, harto de repetirlo.
-Lo sé. -asintió.
-¿Puedes dejar de pensar en eso? Sabes que no me gusta que te eches la culpa. -bufé.
-Perdón. -dijo enseguida. -De verdad, lo siento. -declaró aunque yo seguía sin relajarme. Él me tomó por los hombros y me obligó a que lo mirara a los ojos. -Hey, en serio. Lo siento mucho. Prometo no volver a decirlo. -expresó con sinceridad.
Solté casi todo el aire que retenía en mis pulmones y acaricié su mejilla.
-No te preocupes, yo también lo siento. Siempre reacciono mal ante esto. Perdón, amor. -musité intentando relajarme, pero aún me sentía alterado. Inevitablemente siempre que charlábamos sobre aquel tema, veía cada vez más lejano el día en el que podríamos hacerlo. Y eso me preocupaba sobremanera.
-Ya está, amor, tranquilo... -susurró Yamapi abrazándose con fuerza a mi cuerpo. Luego se separó un poco, lo suficiente para enfrentar su cara a la mía y de esta manera, besarme. Por supuesto que no lo detuve, necesitaba de sus besos en aquel momento. De alguna mágica manera, siempre lograban calmarme, serenizarme. Mi novio representaba mi puerto seguro, el único sitio en donde yo me sentía a salvo de todo.

Nuestros labios estuvieron conectados por un largo lapso de tiempo y pronto sus manos comenzaron a explorar mi cuerpo propiciando caricias en todas partes. Sabía que dentro de poco regresarían al aula mis compañeros y corríamos el riesgo de que nos descubrieran, pero se sentía tan bien que no pensaba detener aquello. Sus dedos rozaban suavemente mi ropa, trazando caminos imaginarios sin rumbo definido. Recorrieron mi pecho, mis hombros, mi espalda, mis caderas...

Y de repente, sus manos se detuvieron en este último lugar.
-¿Qué es esto? -cuestionó tras separarse de mis labios y cortando ese beso que parecía que iba a ser eterno.
-¿Eh? ¿Qué cos--? -observé que palmeaba uno de los bolsillos de mis pantalones y lo recordé. Supe a qué se estaba refiriendo y entré en pánico. -¡Nada! ¡No es nada! -me separé bruscamente de él, ocultando con mis manos el bolsillo que había indicado.
Pi me miró perplejo, obviamente no comprendía por qué había reaccionado así. Yo tampoco lo sabía, pensándolo bien mi actitud había sido muy estúpida y era más que probable que de esta manera levantara aún más sospechas.

Claro que acerté.

-Toma, muéstrame que llevas ahí. -me ordenó.
-No quiero. -respondí. -¡Dije que no es nada!
-Por favor, ¿me crees tonto o qué? Si no tienes nada, entonces no actuarías así. -dijo elevando las manos y poniendo los ojos en blanco. -Vamos, enséñame lo que llevas en el bolsillo. -se acercó lentamente, acorralándome en un rincón.
-¡No! -exclamé al chocar contra la pared y entonces todo ocurrió muy rápido.
Se produjo un forcejeo realmente patético, en el que obviamente perdí. Él separó mis brazos y sostuvo a ambos con una sola mano, odiaba ser tan débil a su lado. Decidí dejar de hacer esfuerzos en vano y permití que sacara de mi bolsillo aquello que no quería que viera. Suspiré resignado al ver cómo desdoblaba el papel y comenzaba a leer. Y esperé que pasara lo que tuviera que pasar.
-Qué... qué dem... ¡¿qué demonios es esto?! -interrogó escandalizado, abriendo los ojos como platos. -"El ano es una entrada estrecha, es un esfínter muscular y tiende a ofrecer resistencia, que esta acostumbrado a la expulsión y no introducción, por lo que la persona debe de estar completamente relajada y segura de lo que hace." -leyó en voz alta con una expresión atónita. Continuó. -"Trucos para una penetración anal satisfactoria: Lubrica un dedo, estimula la zona anal, acariciándola hasta que consigas una cierta excitación y relajación. También puedes utilizar la lengua para la excitación." -tosió y carraspeó. -"Esto tiende a resultar muy satisfactorio, No intentes penetrar con el dedo a la primera, frota un poco con la yema hasta que notes que la entrada se dilata y deja de mostrar resistencia. Vuelve a lubricar tu dedo e introdúcelo poco a poco." -soltó una gran cantidad de aire y dirigió su mirada a la mía. -Amor, explicáme qué es esto, por favor. -suplicó traumatizado con lo que acababa de leer.
Pensé en decirle que se trataba de algo para la materia de Biología, pero era mi compañero de clases así que sabía a la perfección que no estábamos viendo educación sexual. Aparte, ¿desde cuando explicaban en las escuelas cómo los homosexuales debían tener relaciones?
-Es... es... -tragué saliva y sacudí mi cabeza. -Información que encontré en internet. Lo busqué porque necesitaba saber qué estábamos haciendo mal. -confesé avergonzado. Era ridículo que me pusiera a leer algo tan estúpido, redactado como si fuera una receta de cocina, pero estaba demasiado desesperado. Fue lo único que se me había ocurrido hacer.
-¿En dónde lo buscaste? -preguntó rascándose la cabeza.
-En Google. -contesté. -Puse en el buscador "consejos sexuales... homosexuales". -balbuceé apenado.
-"Homosexuales"... -repitió al parecer aturdido con ese término.
-Si ponía solamente "consejos sexuales" no aparecería lo que buscaba. -aclaré.
Yamapi tomó una gran bocanada de aire y tomó mi mentón para que lo mirara directo a los ojos.
-Amor. -comenzó a hablar. -No es necesario que llegues a estos extremos... -su cara adquirió una expresión contrariada que no supe comprender su por qué. -Bueno, digo... Este tipo de cosas no son para buscarlas en la net. No vas a encontrar la verdad del universo en una página web. -enarcó las cejas.
-Ya lo sé, pero no sabía en qué otro lugar buscar. -le expliqué. -Y es algo muy importante para ambos, no puedo quedarme con los brazos cruzados.
-Amor...
-No vuelvas a decirme que es tu culpa, por favor. -lo detuve.
Suspiró y me abrazó. Era un contacto cálido, reconfortante.
-Ya verás que todo saldrá bien. Te lo prometo. -musitó en mi oído.
Sonreí. Su voz era calma, melodiosa. Cerré los ojos y medité.
Me estaba haciendo demasiados problemas sin necesidad alguna, definitivamente.
-Lo sé, confío en que será así. Costará, pero lo lograremos. -declaré al fin.
Entonces me rodeó con sus brazos con aún más fuerza y me dejé invadir por su calor corporal. Con un novio así, ¿cómo no confiar en que todo se solucionaría?

Se oyeron pasos y murmullos. Me separé rápidamente de él y corrí a mi asiento. El simulacro ya había culminado y todos estaban regresando a las aulas. Rápidamente, mis compañeros llegaron y ocuparon sus lugares, charlando y comentando lo ocurrido en el auditorio. Al parecer nadie se había percatado de nuestra ausencia, ya que no nos dijeron nada al respecto.
Busqué a mi novio con la vista. Todavía leía la hoja que me había sacado.